Tocaba cambio de gobierno, tocaba reforma educativa, tocarán movilizaciones contra la reforma. Toca cambio de terminología (competencias = qué se yo), toca la retórica de la segregación versus integración (idénticos perros con distinto collar). Toca cambiar ciudadanía por civismo, discutir sobre la Religión. Toca malgastar recursos humanos y económicos en expertos, diseñadores curriculares, asesores, redactores de textos legales, más expertos, redactores de currículos, elaboradores de nuevos materiales didácticos adaptados a los nuevos contenidos (sospechosamente parecidos a los de siempre, con fotos nuevas)… Tocan reuniones, mesas de diálogo, borradores, debates de expertos, manifiestos y panfletos que justifiquen la pasta que nos cuestan los sindicatos, cursos, formación, contrarreformación,…
Todos sabemos que algo tiene que cambiar para que todo siga igual: el alto nivel de fracaso social de este país que se transmite al alto nivel de fracaso escolar. ¿O habrá sido el alto nivel de fracaso escolar acumulado el que ha generado el alto nivel de fracaso social y político que padecemos? Pero que tengan que cambiar tanto tantas veces el sistema educativo para que sigamos igual es algo que ya clama al cielo.